Llegaba tarde. Definitivamente el trabajo se había convertido en mi universo, me pasaba las horas en aquella tienda de ropa y complementos. Me coloqué los zapatos de tacones dorados a la carrera justo antes de apagar las luces y cerrar la puerta de casa para salir tan rápida como esos 7 cm. de tacón me dejasen.
Cuando apagué la luz pude ver el reflejo de la ventana de los vecinos de enfrente. Los niños jugaban con una pelotita de goma. Bajé las escaleras del bloque enfadada por haberle recordado. Hacía ya tiempo que me había prometido no perder el tiempo pensándole. Posiblemente estaría en alguna parte del mundo compartiendo noches con alguna mujer.
Esa noche en la ciudad no había mucho tráfico y la conducción era fácil. A mitad de camino el teléfono sonó. Activé el manos libres. Resultó ser Oscar que me animaba para ir con la cuadrilla de amigos a tomar unas copas. Pero desistí. Sabía de sus intenciones y no tenía ganas de complicaciones amorosas. Aunque la verdad era que no me gustaba aquel tipo, desde hacía un tiempo no me gustaba ninguno, cuando entraba en casa y me ponía el pijama me sentía como la vecina de los gatos, aunque por no tener no tenía ni gato. Era patética en todos los aspectos.
Entré en el restaurante. Era la primera vez que iba, llegué tarde en la reserva de mi habitual y me arriesgué con la novedad. Di mi nombre y dije esa frase que ya no me avergonzaba a base de repetirla. "Tenía una mesa reservada para uno". El camarero me sonrió amablemente y me acompañó a la mesa. Me vi en el reflejo del espejo que había colocado en una columna. Pensé que quizás el vestido que elegí era demasiado elegante y ceñido para ir a cenar sola un día cualquiera.
Cuando me senté en mi mesa, esperé con una copa en la mano a que me sirvieran. Eché un vistazo a la sala de comensales, la iluminación era bonita. A penas veía más allá de tres mesas, mi presbicia hacia mella, la edad no perdona, pero di un trago largo al verle, ni oculto tras una mano que quería ser seto que camufla, ni aquella barba aspirante a hipster hicieron que no lo reconociera. Sin duda era él. Entre todas las personas del mundo la única que no hubiera querido encontrarme... y por lo que veía, yo parecía producirle el mismo jodido efecto. Pero no me marché, pedí otra copa.
Historias compartidas otra vez! Muy buena idea, a lo Borges y Bioy! Un abrazo Nieves!
ResponderEliminarIgual sin saberlo y a pesar de los contra, estaban hechos el uno para el otro.
ResponderEliminarBesos Nieves.
Venció a la presbicia!!!
ResponderEliminarEs el amor!!!
Me gustó tu historia
ResponderEliminarBesos
Bien por quedarse.
ResponderEliminarSi no le gusta la coincidencia que se marche él.
¡Hola Nieves!
ResponderEliminarDe nuevo de vuelta a este universo tan peculiar que creásteis Roland y tú. La historia de los vecinos que se hace tan original que es imposible no preguntarse qué pasará ahora :)
Enhorabuena por la narración, siempre es un gustazo leerte ^_^
Hola Nieves.
ResponderEliminarQue fácil es hilvanar una historia contigo. A ver que pasa a continuación jeje
Besos.
Bien por ella, por quedarse.
ResponderEliminarBesos