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♥ Entra y siéntete en casa ...

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sábado, 9 de noviembre de 2024

Bus

La catástrofe y el infortunio hizo que cogiera ese bus. Era el único medio de transporte asequible y que aseguraba el trayecto. 
Ya en la estación observando el ir y venir de los pasajeros me di cuenta que eran un perfil distinto a lo que yo estaba habituada a ver,  ni mejor ni peor simplemente eran un perfil distinto .
Después de un tiempo  ya en ruta dejé de mirar el paisaje y me di cuenta de que estaba compartiendo viaje con la comunidad africana y magrebi, dos turistas chinos y algún lugareño.
Los turistas un poco perdidos de donde tenían que bajar y la amplia comunidad africana llamativamente  silenciosa salvo cuando lo llamaba algún compatriota por teléfono que entonces gritaban y reían de una forma exagerada.  En África se debe hablar fuerte, casi a gritos ... me los imaginaba allí en sus pueblos africanos con sus amigos, en los mercados y en sus casas viendo televisión comunicándose a volumen máximo.  Pero tan pronto como colgaban volvían al silencio.

Llegó mi hora de comer y creedme si os digo que me comí el Bocata con cierto reparo y discreción, me daba la sensación que mi bocadillo era un lujo en aquel bus y no tardé en describir que era así cuando después de la siguiente parada y del subir y bajar de los viajeros  se sentó no muy lejos de mi asiento un nuevo pasajero,  de la comunidad africana como no. Imagino que esperó a estar  ya en ruta para comer sin estrés.  Sacó una bolsa y de ella una barra de pan con algo rellenándola. La cortó por la mitad con las manos, sin remilgos y estendio la mano  con un gesto amable al muchacho que estaba sentado en el asiento de atrás de donde él se sentaba. El muchacho dudó pero un segundo, quizás menos . Cuando hay hambre  no creo que haya lugar para titubeos . El muchacho cogió la mitad de la barra y se la fue comiendo  en silencio .
Apenas hablaron.  No hubo más detalles pero aquel gesto me  sobrecogió durante todo el viaje, incluso ahora días después, lo recuerdo.
Recuerdo mi primer viaje largo en bus en compañía de esas tribus  luchadoras,  nunca podré olvidar ese viaje largo en bus en los que todos los que compartimos ese trayecto eramos ciudadanos de niveles inferiores , olvidados en los márgenes de la burocracia y la irresponsabilidad política. 
Llegué a casa con mis zapatos bañados de lodo, las maletas cargadas de latas con caducidad eterna y con el amor de la mano pero aún así pienso que tengo suerte,  ya que pasé aquel día con gente que atravesó el desierto andando y cruzó un mar en patera porque  esa era su única opción  cuando la mía era  tan solo una jornada  sentada viendo los paisajes de España tras la ventanilla de un bus. Aún así me hizo pensar que yo misma podía ser sin darme cuenta una de esas gentes  de  perfil distinto.  Ni mejor mi peor ... simplemente distinto. 


lunes, 28 de octubre de 2024

Club perruno





El infortunio los unió. Todo comenzó en aquella pandemia que recordamos como si fuera el argumento apocalíptico de una película de sobremesa dominical.  Pertenecían a ese grupo privilegiado que tenían permiso para salir a las calles y sacar a sus amigos los perros.

Puede que se os haya olvidado pero fueron la envidia de los que no tenían perrito que pasear. 
En aquellos primeros días se juntaban tímidamente con sus mascarillas y su distancia de seguridad pero sus perros si que corrían y se olfateaban como lo habían echo durante todo el tiempo de los tiempos. Sobrevivieron a las denuncias de los vecinos envidiosos que controlaban el tiempo que se llevaban tomando el sol , sintiendo el aire fresco en sus caras y la tertulia a distancia. -metro y medio , centímetro arriba centímetro abajo-. Y siempre con la coartada y la escusa perfecta de tener que pasear al perro. 

Había escuchado rumores. Nunca les dí demasiada importancia. A veces en mi ir y venir los podía ver allí con sus perros, sabía que mi perra  era una de ellas, la vi correr junto a su amigo el galgo. Atravesé la calle y los lindes ya inexistente  de viejo almacén de aceitunas del que ya solo quedaba en pie un muro que era justo donde ellos  tenían el asentamiento.

Cuando llegué todos me conocían. mi nombre, todo, como si hubiera estado allí sentada aquellos 5 años.   "siéntate, siéntate no te quedes de pie" . Aquel gesto me sorprendió,  en medio del campo detrás de un muro ¿Dónde sentarme? entonces uno que estaba sentado en una silla plegable sacó otra de un rincón, y otra y otra, después sacó una mesa de camping y un táper con almendras, y un termo de café, y vasos y sobres de azúcar. 

Efectivamente los rumores eran ciertos. Allí se reunía lo mejor de cada casa, gentes de lo mas peculiar y extravagante. Como aquellos club de barrios ochenteros; El fabulador siempre inventando, el chaman siempre aconsejando hierbas, el endocrino con sus simposios de adelgazar sin sufrir. La friqui de las manualidades y como no, el terrateniente dueño de los olivos abandonados, de las esparragueras escondidas, de los pavos perdidos, de las palomas con pocos reflejos...    Entre todos habían creado una peculiar comunidad , paseaban con sus perros por todos los campos olvidados y abandonados, entre todos se surtían de aceitunas, almendras, espárragos y en los momentos de tertulia sacaban las mesas, las sillas, el café, la petaca para alegrarlo un poco , los pastelitos  y todos se las apañaban para tener historias y fábulas para pasar todas las mañanas y tardes de cada día del año.
Yo lo llamo el Club perruno. Amigos unidos por sus perros, supervivientes y luchadores  de la vida en general, gentes de esas generaciones de aventuras,  gentes que comienzan el día con un ojo abierto y el otro soñando.